martes, 6 de enero de 2015

Nora (en Casa de Muñecas de Henrik Ibsen)



Protagonista del drama Casa de muñecas, del poeta noruego Henrik Ibsen (1828-1906), Nora es deliciosamente femenina, de los pies a la cabeza, pero tiene un secreto que es su alegría y su orgullo; ha salvado la vida de su marido.

La manera como se procuró el dinero para ello tal vez pueda parecer indelicada, pero ¿puede considerarse indelicado salvar la vida del marido?

El procurador Krogstad le hace ver la culpabilidad de su acto respecto a las leyes. Ella, impasible, contesta: «Lo hice por amor». Más aún: cuando Krogstad, dando por descontado el efecto de su chantaje, predice que «quien dirigirá la banca será N. Krogstad y no Torvald Helmer», ella no vacila en desafiarle: «Eso no será jamás»; en efecto, ahora, se siente capaz de desaparecer y de morir, ella que tanto ama la vida y la felicidad, para salvar el porvenir de Torvald.

El amor que no conoce obstáculo ni límites, y que triunfa precisamente cuando acepta sin dificultad la muerte, pasión grande y sola, ideal que trasciende toda consideración y todo respeto humano, convierte en heroína a esa mujer que de otro modo sería vulgar, simple «muñeca» mimada y querida.

Y como ella no conoce límites al amor, tampoco puede admitir mezquindad en su amado; cuando la ruina la amenaza, espera segura el «milagro», es decir, una intervención extraordinaria, un acto fuera de todo cálculo, algo grande y generoso. «He estado aguardando pacientemente —declara a Helmer— durante ocho años; porque, Dios mío, ya comprendo que los milagros no suceden todos los días. Pero luego se abatió sobre mí ese golpe, y entonces tuve la firme seguridad de que el milagro llegaría. Cuando la carta de Krogstad estuvo ahí, ni por un momento pensé que pudieras someterte a las condiciones de ese individuo. Tenía la absoluta seguridad de que le dirías: «Ya puedes publicar lo que quieras». Y, después de ello, estaba segurísima de que te adelantarías y, asumiendo todas las responsabilidades, dirías: «Yo soy el culpable...». ¿Crees acaso que hubiera aceptado tal sacrificio de tu parte? Claro está que no... He aquí el milagro que yo esperaba con terror. Y para impedirlo, quería poner fin a mis días».

La tragedia de Nora se encierra aquí: en esta larga espera del «milagro», que luego resulta miserablemente frustrada; en esta gran llama de amor generoso que, en lugar de encender generosidad y amor para arder más alta, es apagada de golpe por el egoísmo, la ruindad y la tacañería.

Nora es de la familia de Brand: «O todo o nada»; y así, tras los rasgos comunes de mujercita agradable, frágil y mimada, surge la mujer de gran corazón que, en su «ímpetu hacia lo extraordinario y lo sublime» (Croce), se hermana, anunciándolas, con Rebeca West, con Ellida, con Edda Gabler o con Rita. (Son otros personajes de Ibsen)

V. Santoli


(Texto copiado del Diccionario Literario [Tomo XI], de González Porto-Bompiani).

1 comentario:

  1. Impecable, Licenciado, no podría ser de otra manera si "sale" de su "pluma". Razonamiento súper coherente, ágil, compartido.

    ResponderEliminar