Protagonista de la novela de su nombre, de Charlotte Brontë (1816-1855), publicada bajo el pseudónimo de Currer Bell.
Esta muchacha, que considera «una desgracia el ser tan
pequeña y tan pálida, y el tener unos rasgos tan marcados e irregulares», entró
en 1847 en el mundo de la «fiction» y creó, pese a su tímido aspecto, una impresión
desproporcionada a sus escasos atractivos físicos.
Jane es una huérfana que conoce el egoísmo de los
parientes ricos y la dureza de los institutos de beneficencia de su época.
A los 18 años sale del colegio, donde ha pasado de alumna
a maestra, para emprender la única carrera que por entonces estaba abierta a
las mujeres: la de la enseñanza.
Y al ocupar su primer empleo se enamora y es correspondida
por su jefe (Rochester) y, tras no pocas peripecias que la autora supo imaginar
para halagar el gusto de sus lectores y retrasar las bodas por algunos
centenares de páginas, se casa con él cuando una herencia viene a libertarla de
su pobreza y Rochester, que se ha vuelto ciego, es menos rico que antes.
La trama, por consiguiente, no tiene nada de peregrino ni
de absurdo y está embebida de ingenuidades de novela «negra»; pero Jane vive en
el tiempo porque es un personaje «vivo». Vivo en el espíritu y en la carne,
ardiente y rebelde, profundamente religiosa pero dispuesta a denunciar la
gazmoñería farisaica y la hipocresía de las convenciones que ella misma acepta
al sacrificar su pasión al honor, pero sólo por virtud.
Mucho antes que Nora, Jane Eyre declara: «Yo no soy
ningún pajarillo y no hay red que me pueda cazar; soy una libre criatura humana
dotada de voluntad independiente». Y, refiriéndose a su principal: «Yo no creo,
señor, que tengáis derecho a mandarme... vuestra eventual superioridad depende únicamente
del uso que habéis hecho de vuestro tiempo y de vuestra experiencia».
Y así, cuando Jane ama, no vacila en decirlo ni en
confiar al papel, con un absoluto abandono típicamente romántico, sus
impresiones, sentimientos, deseos y penas; más o menos los mismos de Charlotte
Brontë, que proyecta en Jane Eyre buena parte de su personalidad, forjando para
ella el destino y el amor romántico que la vida le había negado.
L. Krasnik
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(Texto
copiado del Diccionario Literario [Tomo XI], de González Porto-Bompiani).
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