La Maga o Lucía, son las denominaciones que recibe el personaje femenino de Rayuela, la novela que el escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984) escribió en 1963.
No sé qué opinan los demás pero desde mi punto de vista este
personaje es preferentemente amado por mujeres.
En un esfuerzo de irresponsable simplificación, Lucía es
como una mujer suele sentirse cuando anda con la autoestima baja: fea,
descuidada, torpe, opaca, tonta.
Sin embargo, el nombre del personaje es «Lucía»: verbo lucir conjugado en pretérito
imperfecto. No por casualidad el verbo «lucir» tiene estos sinónimos: brillar,
relucir, relumbrar, resplandecer, alumbrar, iluminar, y varios otros por el
estilo.
Esta mujer,
aparentemente poco valiosa, genera amor, deseo, admiración, envidia.
El apodo también encubre
grandeza. La Maga refiere a poderes sobrenaturales. Su descuido parece
compensado por la Divina Providencia.
No es una
triunfadora en el mundo donde se valora el éxito material, pero logra lo que
casi todas desearían tener asegurado: la admiración, ser amada, buscada.
La ficción logra
convencernos de que alguien puede ser a la vez anti heroína y atractiva.
No sé a cuántos
varones les gustaría remplazar a Horacio Oliveira (enamorado de Lucía), pero es
cierto que a muchas mujeres les gustaría ocupar el lugar de ella en cuanto a
disponer de esa despreocupada libertad sin ser censurada, criticada,
abandonada, sino todo lo contrario.
Probablemente acá
hay un fenómeno similar al de Pigmalión. Cortázar no educó a una humilde
muchacha para luego enamorarse de ella, sino que inventó a una humilde muchacha
para que muchas mujeres se enamoraran de ese modelo y trataran de imitarla.
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Me dieron gganas de volver a leer Rayuela
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