Víctor Hugo (1802-1885) le dedica una de las cinco partes en que se dividen Los miserables.
Se trata de la muchacha seducida
casi en broma por un estudiante, y, casi en broma también, abandonada al drama
de la maternidad.
Desde aquel momento, Fantine vive
sólo para la hijita nacida de aquella desgraciada aventura, y, para mantenerla,
se prostituye; obligada a confiarla a una sospechosa pareja, vende sus
bellísimos dientes a un dentista para enviar a ésta el dinero necesario para
curar a la niña de una enfermedad inventada por aquellos bribones, y, finalmente,
muere, redimiendo su vida de abyección con la secreta luz de su amor de madre y
el único consuelo de poder confiar, al morir, la pequeña Cosette a los cuidados
del buen Jean Valjean.
Aun cuando la tradición romántica
conocía ya el tipo de la mujer perseguida, introducido por la Clarisa de
Richardson, no se había atrevido, sin embargo, a humillar su pureza hasta el
lodo y a mancillarla para que resaltase con mayor intensidad una luz más
angustiosa y profunda.
Fantine sustituye el personaje de la
doncella por el de la madre, y el abstracto ideal de pureza por las expresiones
trágicamente concretas del amor maternal.
No obstante, continúa representando
la opresión de la indefensa debilidad femenina por el malvado egoísmo
masculino, con lo cual intensifica el tipo pero no lo renueva ni lo salva de un
patetismo convencional ni de la rigidez de una fórmula.
Con todo, Fantine había de
convertirse, a su vez, en prototipo, del que derivaría, durante toda la segunda
mitad del pasado siglo, el personaje de la prostituta que oculta en sí misma el
secreto de su redención.
U. Déttore
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(Texto
copiado del Diccionario Literario [Tomo XI], de González Porto-Bompiani).
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