Protagonista de la novela Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll (1831-1898), desde hace casi un siglo Alicia recorre el mundo seguida por el cortejo de los extraños animales que ha encontrado durante sus raras aventuras en el reino de los sueños y convertida en personaje central de un mundo fantástico y proyectada, por así decirlo, a una atmósfera no menos fantástica.
En realidad, Alicia no es más que
una niña inglesa, educada con todo cuidado y a la que se ha inculcado el máximo
respeto a las buenas maneras y enseñado a observar serenamente las rarezas
ajenas mientras no atenten contra sus propios intereses.
Como todos los nórdicos, Alicia está
enamorada de los animales y por ello es natural que su sueño se pueble
únicamente de bestias humanizadas, que han sido los arquetipos de los
personajes de las películas de dibujos animados de Walt Disney.
Con los hombres y los niños, Alicia
apenas tiene relación, no por falta de sensibilidad sino porque se siente
llevada a salir del mundo actual para perderse en una soñada realidad fabulosa,
aun sabiendo muy bien que, «para volver a la realidad, no había que hacer más
que abrir los ojos».
Pero ¿para qué abrirlos, si basta
forzar un poco el ángulo visual, volviendo del revés la realidad, como hace
Alicia con los ojos cerrados, para que todo sea divertidísimo?
En realidad, en el mundo de Alicia
no hay verdadera «fábula», sino una inversión sistemática y paradójica de la realidad,
una larga y sostenida aplicación en el campo narrativo de la técnica del «absurdo».
Alicia, sin embargo, no se resiente
de esa absurdidad fundamental. Su cabecita de niña inteligente sigue con interés
el juego sin dejarse llevar por él; ni siquiera la atemorizan las continuas transformaciones
a que su cuerpo está sometido; sólo despiertan su curiosidad, y hasta cierto
punto la divierten, porque está íntimamente sostenida por una cándida,
simpática y pueril confianza que es la base de su naturaleza.
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(Texto
copiado del Diccionario Literario [Tomo XI], de González Porto-Bompiani – 029.jpg).
Creo que Alicia ilustra el pasaje de la niñez al mundo adulto. En ese momento de la vida nuesttros ojos aún no están amaestrados y lo absurdo de ese mundo adulto nos sorprende y angustia. Alicia descubre que detrás del espejo que refleja su breve vida cotidiana, existe un fabuloso mundo desconocido, lleno de personajes que hacen cosas absurdas.
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